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New York, New York

28-07-2017
Nueva York es, sin duda, una ciudad que no deja a nadie indiferente. Todos hemos oído hablar de ella, todos sabemos dónde se encuentra y casi todos hemos visto muchos de sus lugares más emblemáticos en nuestra películas favoritas. Se la conoce como la ciudad que nunca duerme o la ciudad de los rascacielos, aunque fue Chicago donde se inició la tradición americana del rascacielos.

Ahora que ya tenemos aquí el verano ha llegado también la época de los grandes viajes, aquellos para los que hemos estado ahorrando durante el año con la ilusión de conocer un rincón más del planeta en nuestros días de vacaciones. Por ello, para este post he decidido hablaros de uno de los viajes más intensos que he realizado.

Nueva York es, sin duda, una ciudad que no deja a nadie indiferente. Todos hemos oído hablar de ella, todos sabemos dónde se encuentra y casi todos hemos visto muchos de sus lugares más emblemáticos en nuestra películas favoritas. Se la conoce como la ciudad que nunca duerme o la ciudad de los rascacielos, aunque fue en Chicago donde se inició la tradición americana del rascacielos.

Los edificios en altura, tenían una función clara en sus inicios: servían como localizador. Por ejemplo en la costa, un objeto visible a larga distancia actúa como un faro junto al mar. Así como éste último atrae a los barcos hacia la seguridad del puerto, el rascacielos aislado en la naturaleza atrae a los hombres hacia la seguridad de la civilización.

Sin embargo, el rascacielos en la Metrópolis entra en competición con sus gemelos yuxtapuestos, con los que está en constante conflicto si quiere atraer hacia sí. Atraer a grandes empresas o familias para alojarlos, atraer para introducir al público en sus teatros, museos y malls para que consuman cultura o bienes. La rentabilidad es esencial. La monumentalidad junto con algún otro tipo de destello técnico es el único método de resalte que le queda para desarrollar tal función. Pero no nos engañemos, como humanidad lo llevamos haciendo desde que apareció el primer menhir u obelisco. Y lo que es más importante, semejantes “excesos” han obligado siempre a un desarrollo de la técnica ejemplar exigido por la necesidad de la rentabilidad económica: nuevas estructuras, nuevos materiales, nuevos métodos de construcción, nuevos métodos de acondicionamiento, etc. Por ello, como arquitecto, no dejan de fascinarme.

Volviendo a Nueva York, sólo he estado una vez y debo decir que sigue siendo un viaje del que guardo grandes recuerdos. Fuimos un verano con mi mujer y, aunque a ambos nos encanta recorrer con detalle los lugares que visitábamos, ¡Nueva York logró agotarnos cada día!

No sé muy bien como describir la ciudad en pocas palabras. Nueva York es tantas cosas para tanta gente que resulta difícil resumirla. Los rascacielos son uno de sus emblemas, aunque cuando pienso en ella lo primero que me viene a la mente es que es la ciudad donde todo pasa. Quiero decir que tanto por su inmensa oferta cultural, como por el ritmo de vida de los neoyorquinos, como por sus tendencias en cuanto a alimentación, moda, etc, te hace sentir en el centro del mundo. Urbanísticamente hablando debo confesar que me resulto muy abrupta, agresiva y desordenada. Ningún edificio se relaciona con los de su alrededor. Rascacielos y edificios con historia conviven los unos con los otros en yuxtaposición sin establecer diálogo alguno. Al pasear por sus calles queda claro que la ciudad ha ido construyéndose a sí misma a un ritmo muy acelerado controlado tan solo por las dimensiones de sus manzanas y la ley de zonificación que establecía las volumetrías máximas .

Existe además un claro reflejo social de este fenómeno. Un día durante nuestra estancia allí decidimos alejarnos de la ciudad y hacer una pequeña excursión a un pueblo de los Hamptons llamado Sag Harbor. Allí, un hombre de unos 70 años se acercó a conversar con nosotros mientras paseábamos por la orilla del mar y nos contó algo de su vida en Nueva York. Siendo más joven, vivió en ella a su ritmo siempre creciente. Sin embargo, con el paso de los años, sintió cómo la propia ciudad le fue expulsando. Ningún sistema de accesibilidad, calles abarrotadas de gente que camina con un destino al que llegar en poco tiempo, una escasez de actividades para niños o gente de la tercera edad... Finalmente ese hombre decidió trasladarse al pequeño pueblo que os comentaba. Nos hablaba de Nueva York con cierto tono crítico por no haberle sabido incluir al envejecer, aunque la nostalgia trascendía sus palabras: sin duda había amado Nueva York.

Es que Nueva York, en su monumentalidad, esconde pinceladas maravillosas. En mi caso, recuerdo con especial admiración la High Line, antigua vía del ferrocarril reconvertida en jardín público y actual punto de encuentro de artistas, astrónomos y curiosos turistas. Sus roof tops son también legendarios y es que Nueva York, si algo tiene, son vistas espectaculares. Os contaría muchos más detalles y curiosidades de la ciudad, aunque seguro que muchos habéis estado allí y lo habéis visto de primera mano.

Y a vosotros, ¿Qué os inspira Nueva York? Espero vuestros comentarios en facebook!

*Img. 1 Seagram Building, 2012
Img. 2 High Line, 2012
Img. 3 Vista lejana de Manhattan, la montaña de acero y vidrio, 2012
Img. 4 Variaciones de la ley de zonificación de Hugh Ferris, 1916
Img. 5 La yuxtaposición de edificios en Manhattan vista desde Central Station, 2012
Img. 6 Puente con multitud de torres sobre el río Hudson que uniría NY con New Jersey, 1975 Harvey Wiley 
Img. 7 Acero y ornamentación, 2012


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